20080826

M o r d e r

La ciudad se llena de escencias algo ambiguas en el preludio del recambio estacionario; de un insípido invierno debe nacer la depresiva primavera. Con los primeros ciruelos en flor, espero tu regreso y el mío también, disfruto del frío cada mañana y me entibio al sol cada tarde, y suelo pensar en días de calor, sobre el pasto y bajo el sol; suelo pensar en las nubes que lloran y en las que se deshacen como la espuma de mi café y suelo pensar en las cosas que llevan tu nombre, tu humor y tu voz.
Aveces me agobia la ciudad, aveces me hace estallar sus ruidosas calles impreganadas del sucio aire, ultrajadas de maldad. Pero siempre recuerdo los rincones secretos que la hacen florecer, redimiéndola de mis mal juicios, recuerdo que hay lugares que me sofocan y me hacen llorar, y que hay personas que reprimen mis ansias de morderme los labios cada vez que estoy ahí; ahí en el epicentro de tu terremoto.
Cuando creo que ya no puedo más... y no estás para sanar mis mordidas.